
de Johan Van der Keuken (1964)
Países Bajos




El documental expresa una gran poesía, no cuenta con ninguna voz en off y algo que aporta muchísimo a la poesía de la imagen es el sonido que emplea, utilizando ambientes sonoros, para situar al espectador en la posición de los niños, para que identifiquen el espacio únicamente con lo que escuchan mientras la imagen retrata a los niños, quienes mediante el mismo ambiente que el espectador escucha, ellos pueden ver. Recuerre también a un montaje expresivo que nos remite por momentos a documentales como Las Estaciones de Pelechian, donde la imagen vale más que mil palabras. Hay una secuencia en particular que me hizo sentir maravillado, donde una pequeña niña está tocando una paloma disecada y paralelamente, la edición nos muestra a esta misma niña agarrando un ave real, que mueve las alas y la niña se ve realmente feliz de poder tocar una de verdad, imaginar cómo revolotean las alas y confirmar el calor que sentiría sí la paloma disecada estuviera viva.

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